El barranco de las
tres colinas es un inquietante relato de género fantástico escrito por
Nathaniel Hawthorne. Te invitamos a disfrutar de su lectura dramatizada, a
cargo de Katherina Sánchez, quien actriz e instructora de yoga; actual
profesora de teatro del taller de liderazgo y desarrollo personal del MALI y
profesora de yoga en la escuela Limayoga. Egresada del Centro de formación
teatral Aranwa y del Club de Teatro de Lima. Ha llevado diversos talleres de
teatro, danzas (peruanas, contemporánea, tango) canto, clown, pedagogía teatral
y dirección teatral con prestigiosos maestros como Arístides Vargas, Jorge
Chiarella, Mateo Chiarella, Reynaldo D´Amore, Denisse Dibós, Wendy Ramos, Pold
Gastello, Paco Caparó, Gina Natteri, entre otros. Premiada como mejor actriz de
reparto en comedia/musical por Oficio Crítico 2015 por la obra Desnudos en la pensión y nominada como
mejor actriz de comedia/musical 2014 por la obra ¿Hay que matar a la monja?
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a velardesergio2@gmail.com indicando
el nombre del cuento).
Comentarios sobre El
barranco de las tres colinas:
Relato fantástico del escritor norteamericano Nathaniel
Hawthorne, publicado en la edición del 12 de noviembre de 1812 del
periódico The Salem Gazette, y luego reeditado en la antología de
1837: Cuentos dos veces contados. El barranco de las tres colinas es, sin
duda, uno de los mejores cuentos de aquella colección: es un relato de
traiciones y deshonra. La protagonista es una hermosa mujer que, atormentada
por el remordimiento, recurre a una bruja para conocer el destino de
aquellos a quienes ha traicionado en el pasado.
Nathaniel Hawthorne nació el 4 de julio de 1804 en Salem,
Massachusetts. En realidad, su apellido era Hathorne, pero intercaló una
“w” para borrar —o mitigar— la vergüenza que le producía ser descendiente del
juez John Hathorne, tristemente satisfecho de su papel en las irregulares e
injustas condenas contra las brujas de Salem. El resto de los magistrados
admitieron que la causa se había apoyado en mentiras y difamaciones, lamentando
su responsabilidad en las sentencias de muerte. John Hathorne no conoció esos
problemas de conciencia. Hijo de un capitán de barco, Nathaniel se quedó
huérfano a los cuatro años. Su padre murió en Surinam por culpa de las fiebres
amarillas, dejando a su familia en una situación de relativa pobreza. Auxiliado
por sus parientes maternos, pudo estudiar en Bowdoin College. Entre sus
compañeros de clase, se encontraban Henry Wadsworth Longfellow, el poeta
americano más renombrado de su generación, y Franklin Pierce, futuro presidente
de los Estados Unidos.
Después de su graduación en 1825, Nathaniel regresó a Salem. Su hogar no era un lugar alegre, sino sombrío y fantasmal, con una atmósfera digna de un cuento de terror gótico. Su madre vivía recluida en su alcoba desde la muerte de su marido. Sus hijas Louise y Elizabeth se comportaban de forma parecida. Los cuatro habitantes de la casa apenas se hablaban y no se reunían para comer. Las mujeres dejaban a Nathaniel una bandeja en el pasillo. Durante doce años, se mantuvo esa rutina. Nathaniel pasaba los días leyendo y escribiendo, sin publicar nada ni hacer vida social. Presumía de no tener ambición ni afán de notoriedad. En 1837, cuando debutó ante el público con sus Cuentos repetidos, obteniendo un moderado éxito, escribió a Longfellow: “Me he recluido; sin el menor propósito de hacerlo, sin la menor sospecha de que eso iba a ocurrirme. Me he convertido en un prisionero, me he encerrado en un calabozo, y ahora ya no doy con la llave, y aunque estuviera abierta la puerta, casi me daría miedo salir”. ¿Nos contaba Hawthorne la verdad o, como ha apuntado algún biógrafo, tejía un mito que imprimía cierto misterio a una biografía anodina y sin incidentes notables?
Después de su graduación en 1825, Nathaniel regresó a Salem. Su hogar no era un lugar alegre, sino sombrío y fantasmal, con una atmósfera digna de un cuento de terror gótico. Su madre vivía recluida en su alcoba desde la muerte de su marido. Sus hijas Louise y Elizabeth se comportaban de forma parecida. Los cuatro habitantes de la casa apenas se hablaban y no se reunían para comer. Las mujeres dejaban a Nathaniel una bandeja en el pasillo. Durante doce años, se mantuvo esa rutina. Nathaniel pasaba los días leyendo y escribiendo, sin publicar nada ni hacer vida social. Presumía de no tener ambición ni afán de notoriedad. En 1837, cuando debutó ante el público con sus Cuentos repetidos, obteniendo un moderado éxito, escribió a Longfellow: “Me he recluido; sin el menor propósito de hacerlo, sin la menor sospecha de que eso iba a ocurrirme. Me he convertido en un prisionero, me he encerrado en un calabozo, y ahora ya no doy con la llave, y aunque estuviera abierta la puerta, casi me daría miedo salir”. ¿Nos contaba Hawthorne la verdad o, como ha apuntado algún biógrafo, tejía un mito que imprimía cierto misterio a una biografía anodina y sin incidentes notables?
A pesar de la buena acogida de sus primeros relatos,
Hawthorne no podía vivir de la literatura en una época donde los libros aún se
imprimían artesanalmente y circulaban en pequeñas ediciones. Gracias a sus
buenas relaciones con los políticos demócratas, logró un empleo en la aduana
del puerto de Boston. Continuó escribiendo, publicando biografías adaptadas el
público infantil. Su intención era reunir el dinero necesario para casarse con
su prometida Sofía Peabody. En 1842, apareció una versión ampliada de sus Cuentos repetidos. Se vendió menos que
la edición original, pero cosechó los elogios de un crítico tan exigente como
Edgar Allan Poe, que destacó su imaginación, refinamiento y colorido.
Durante seis meses, Nathaniel vivió en la comunidad utópica trascendentalista de Brook Farm, pero la experiencia le resultó decepcionante. Después, se casó y se instaló en Old Manse (La Vieja Rectoría) en Concord, Massachusetts, lo cual le permitió frecuentar a Emerson, Thoreau, Margaret Fuller y Bronson Alcott. Evocó esos años en el prefacio autobiográfico de los relatos fantásticos reunidos bajo el título Musgos de una vieja vicaría (1846), donde escribió, refiriéndose a los que se acercaban a tributar su admiración a Emerson: “Nunca estuvo una pobre pequeña aldea local infestada con semejante variedad de mortales raros, extrañamente vestidos, de asombrosa conducta, la mayoría de los cuales se arrogaron el papel de ser importantes agentes del destino del mundo, y sin embargo no eran más que pelmazos de la más profunda especie”.
Durante seis meses, Nathaniel vivió en la comunidad utópica trascendentalista de Brook Farm, pero la experiencia le resultó decepcionante. Después, se casó y se instaló en Old Manse (La Vieja Rectoría) en Concord, Massachusetts, lo cual le permitió frecuentar a Emerson, Thoreau, Margaret Fuller y Bronson Alcott. Evocó esos años en el prefacio autobiográfico de los relatos fantásticos reunidos bajo el título Musgos de una vieja vicaría (1846), donde escribió, refiriéndose a los que se acercaban a tributar su admiración a Emerson: “Nunca estuvo una pobre pequeña aldea local infestada con semejante variedad de mortales raros, extrañamente vestidos, de asombrosa conducta, la mayoría de los cuales se arrogaron el papel de ser importantes agentes del destino del mundo, y sin embargo no eran más que pelmazos de la más profunda especie”.
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